Como si de un imán interior se tratase. Preciso,
latente, en los momentos mas sublimes, mas profundos, miramos hacia el cielo.
Tal vez pedimos algún deseo a algún Dios
perdido en la inmensidad de la bóveda celeste. Quizás apuntamos los ojos al “norte”
cerebral exigiendo alguna demanda imperiosa, egoísta. Será que tal vez necesitamos
hablar con aquellas personas que habitaron en nuestros dias y que hoy físicamente no se encuentran más que en el latir de nuestros corazones.
Como si de un cordón umbilical astral se tratase, en la intimidad de los seres conscientes, algo nos llama mirar hacia el cielo. Nadie escapa a la totalidad. De allí venimos, y hacia allí vamos.
Un instinto irrefrenable nos hace alzar
la mirada llena de alegría, o dudas, o tristezas; como si allí se hallase aquel
o aquello que pudiera satisfacer nuestra vicisitud.
Al cielo mirábamos, desde los remotos tiempos homínidos, cada amanecer desde las frías
cavernas, para asegurarnos que el nuevo día nacía; y con él, desaparecían los
depredadores oportunistas y la oscuridad infinita.
Al mar empetrolado salpicadito de estrellas acudíamos, acudimos, y acudiremos, para plasmar en
la eternidad la emoción mas caótica y armónica jamás vivida llamada “amor”.
Desde que la vida fue evolucionando en formas
cada vez mas complejas de consciencia, preguntas antes nunca formuladas
comenzaron a deambular la atmósfera terrestre y
traspasarla en búsqueda de respuestas nunca oídas: “¿que somos?” “¿para
y por que estamos vivos?” “¿de que vale todo esto?”
Miedos milenarios como la muerte, la duda
exitencial, o los debatires emocionales cotidianos han buscado respuesta ahí arriba.
Y el cielo, cual filosofo genial y divino, siempre nos devolvió la mejor
respuesta: el silencio...
Silencio, y belleza...
Silencio, y belleza...
Por eso, se que siempre mirare el cielo a
admirar su belleza y esperar la mejor de las respuestas ante cualquier vicisitud. El cielo, sabio y testigo del Todo es muy
elocuente. El silencio habla por si solo.
Quizás es hora de acallar esa voz en la
cabeza, apostar por el silencio y vivir… que al fin y al cabo de eso se trata
la vida.
TDL