Como si de un tren se tratase, cuando el vagon abre las puertas y uno ingresa , cada estacion que cruza en el recorrido hasta el final suelen graficar esa "eleccion" de vida. No se bien cual es el nombre de la estacion de partida, pero se que pasa por el "miedo", el "egoismo", la "incomprensión". Luego se detiende en "odio" y sale para la estacion "discriminación", "racismo"... pero este viaje siempre termina en "VIOLENCIA"
Todas las ideas, dogmas, cultos, ritos, distinciones.. distraen o entretienen, siempre y cuando se sepa que todas esas cosas pueden convivir en el TODO.. cuando se usan como motivo de exclusion, separacion, marginacion, o discriminacion, la VIOLENCIA dice PRESENTE.
Este cuento lo escribi hace bastante y busca plasmar en su medida el pensamiento brevemente hoy expuesto (que ya analizaremos sin tanta ficcion y con mas tiempo). Ojala les guste
LOS LUNATICOS
Yo no lo puedo creer. Que esto me pase a mí.
No puede ser que termine así. No me lo merezco. ¿Y quienes se creen ELLOS que
son para hacernos esto a nosotros? ¿Que hicimos mal? ¡¡¡¿¿QUE HICE MAL??!!!
¿Porque me hacen esto?… No me lo merezco, no me lo merezco.
Casi
llorando, casi maldiciendo. Su voz se propagaba rápidamente por el pequeño
reducto metálico que era el interior de aquella nave. Maldecía una y otra vez
su situación ya inalterable e inevitable. Varios pares de ojos abiertos y mudos,
miraban como esas palabras, casi de atropello, los obligaban a oírlas. Afuera
el negro paisaje, el infinito paisaje. Y a lo lejos, pero acercándose, la luna.
Él, sentado, espera y maldice, una y otra vez.
La
soledad es tan ruda cuando el desconcierto reina en derredor. Una nave repleta
de silencio, unos cuerpos inmóviles, y afuera: nada (o todo, según se quiera
ver). Las estrellas lejanas lucen igual que vistas desde la Tierra. Las únicas
que lucen diferente son ellas dos. La Tierra, cual nunca habían visto desde esta
perspectiva, y la Luna, que nunca fue tan grande; nunca fue tan odiada.
¿Que vamos a encontrar allá? ¿Qué vamos a comer?
¿Dónde vamos a dormir? si esta puta nave una vez que nos deje no servirá mas.
¿¿¡¡Que estoy haciendo acá dios santo!!??
Todo
había comenzado a principios del siglo veintiuno, con mucho estupor e
intolerancia mundial, pero nadie, igualmente, pudo detenerlo. Fue
precisamente en el año 2101 que se decidió hacer público el plan y ejecutarlo
sin previo consenso. Fue ese mismo año, que los “LifeSavers” (Con un logo
pomposo donde una gran letra “L” multicolor para entrar agradablemente en los
ojos de todos) como se hacían llamar ese grupo de políticos, empresarios y
religiosos poderosos, en cadena mundial, dio a conocer su “Plan de Limpieza
Mundial”. Millones y millones de bocas abiertas observaban y escuchaban.
Instantáneamente
el mensaje había terminado en cadena mundial, la gente salió a la calle
estupefacta. Quería hablar. Querían comentar esa rara y fea sensación en el
centro del pecho. Gritos, susurros, quejas, la gente necesitaba comunicarse con
su prójimo ante tal anuncio político. Y fue así q se desencadeno una masa
sonora gigante q recorrió el mundo entero cual efecto dominó. Un monstruoso
murmullo nació, creció y voló de cada ventana, de cada hogar. Y se hizo una
enorme masa. Viajo a través del aire adoptando distintas formas, pero una misma
causa. Y de golpe, un murmullo nacido en brasil recibía el empujón del murmullo
colombiano, peruano, paraguayo, venezolano. Venían rumores del norte mejicano, del sur
argentino. Todos, en una suerte de marea sonora, cruzaron el océano. Esa "masa sonora" colisionó
con un rumor negro azulado en medio del Atlántico y decidieron emigrar, ambos
rumores, que ya eran un gran mestizo murmullo, hacia el norte. Recibieron un,
algo rubio, algo amarillo, algo pardo cotilleo del este, como una gran
bofetada. Que los catapulto, como Tsunami, hacia las mismas costas de
Norteamérica. Donde hicieron acople con su desorientado y estupefacto pueblo.
Que en una suerte de silenciosa atención, lo escucharon e imitaron a su estilo.
Y, en las ventanas de las oficinas de transmicion televisiva donde habían sido emitidas aquellas palabras que anunciaban ese macabro plan,
ahora se veían bañadas por un susurro ensordecedor, de mil colores, pero en una
misma frecuencia.
Pero nada de eso
entorpeció la decisión, nada de eso impidió o hizo retractar a aquella vos
chillona y poderosa. Nada de eso pudo lograr que por un segundo, la razón y el
sentido común, ese del cual nunca aprendimos nada en las escuelas, tome el
poder. Apenas termino su discurso, comenzó la cacería por todos los rincones
del mundo. Es que lo habían preparado desde hacia mucho tiempo,
estratégicamente. Habían tomado posiciones en el globo terráqueo precisas e
infalibles. Habían desarrollado tecnologías especiales, habían concienciado al
mundo de lo que ellos querían. Y así lo hicieron.
El
plan era sencillo, toda persona de creencia musulmán iba a ser apresada y luego
iba a ser lanzada al espacio, hacia la luna. Donde, con los materiales que se
les iban a proveer, realizarían su vida sin molestar a la sociedad. A esta
sociedad “pacifica y democrática”. La cacería duró siete meses. El día 11 de
septiembre, como en una especie de homenaje sarcástico y cargado de azufre,
miles y miles de naves repletas de pieles marrones, turbantes y barbas rizadas;
partieron desde distintitas bases aéreas desplegadas por todo el mundo. Miles y
miles de estruendos ensordecieron al mundo un poco más. Millones de personas
dejaron de prepo sus hogares, para nunca verlos más.
Aunque hubo, fueron
pocos los focos de repudio en todo el mundo. Es que era tan colosal la empresa
que aplasto a la población entera a sus sillones. Era tan brillante la campaña mediática
que encegueció a toda la Tierra desde sus televisores. Era tan fuerte su sonido
que los dejo sordos, con un zumbido trepanante en sus sienes. Y así
permanecieron, hasta que luego fue historia.
Fue la
ostentación de poder más grande jamás lograda hasta ese momento. Y desde su
tumba, Ray Bradbury, profeta hermoso que en cada cuento nos invitaba a
reflexionar sobre las consecuencias de nuestras acciones de hoy, veía como ese
plan diseñado por el “blanco EE.UU.” en su cuento “El otro pie” no era tan
ficción como parecía.
Mientras, en la nave que se alejas mas y mas de la Tierra, el pequeño pero "poderoso" hombresito canoso se para, camina
un poco para estirar las piernas, y sigue refunfuñando por lo bajo. Escupe a un
rincón y luego mira por la ventana ese negro y abotonado sobretodo inmenso.
Mira la hora y se pregunta que estarán haciendo allá en el planeta que fue su casa. ¿Seguirá todo igual o
será distinto? Mira a sus compañeros de abordo, y observa en sus rostros un fracaso que contagia pesadumbre.
Con el rabo entre sus piernas, huye hasta su rincón, donde vuelve a sentarse y
a maldecir por lo bajo. La luna quieta y en silencio brilla sin prestarle
atención siquiera. La tierra quieta y en silencio, se aleja de ellos, como
olvidándolos. La nave surca el espacio abriéndoles una herida, profunda y
difícil de cerrar. Cada centímetro que avanzan, sus pechos esgrimen el tajo y
la sensación de injusticia. Pregonan la impotencia de lo imprevisto e
impensado, de lo que ya no se puede cambiar. Muy por dentro desean que un
meteorito los aniquile en mil pedazos. Que esto termine de una vez. Esta agonía
punzante e indestructible… “si tan solo un poco de toda esa basura espacial que
arrojamos nos diese a toda velocidad”…
Cinco años
pasaron del lanzamiento de musulmanes a la luna. Cinco años tardaron en decretar un nuevo viaje. Los ciudadanos burgueses y sumisos del planeta, con el olvido todavía vivo en sus ojos,
vieron partir una mañana de abril desde todas las bases europeas y
norteamericanas, millones de cohetes repletos de hombres y mujeres; de adultos y chicos. Todo aquel
inmigrante ilegal hasta el día de la fecha será literalmente deportado, pero no
a su país de origen, sino, precisamente, seria "deportado" a la luna. La vieja luna que había visto llegar
esa horda musulmanes cinco años atrás, ahora tendría que aceptar a personas de
todos los colores y banderas. De todos los idiomas y todos los gustos. Y la
luna siempre, sin chistar ni nada, siguiría en su noche eterna esperándolos. Ese
todavía frío abril despidió los cohetes con algunas lágrimas de algunos y mucha
indiferencia de los demás “nativos legales”. Se decreto también con pena de muerte al
próximo ser humano hallado de residencia ilegal después del envío. Y nadie se
quejo. Muy pocos se encargaron de investigar si era cierto que llevaban
víveres, materiales para construir viviendas, ropas y demás cosas necesarias
para mantenerse vivos allá. Porque, por mas traje espacial que les dieran ¿Qué
iban a comer? ¿Dónde iban a dormir? Nadie se sumó a las denuncias de quienes
habían podido saber que era todo una mentira. La apatía fue global, tal como
“ellos” querían. Silencio, sumisión, obediencia. Y no hubo mas mano de obra
barata extranjera, y no hubo más balsas a la mar, y no hubo más familias
separadas por la necesidad. Solo hubo tiempo para asimilar que ahora ellos
mismos, los nativos, tendrían que hacer el trabajo del de “afuera”. Y empezaron
a soportar las humillaciones de sus mismos compatriotas, algo más poderosos;
que les pedían cafés, mas lustre a sus zapatos y que les proporcionen los más
placenteros deseos y caprichos, por más excéntricos y aberrantes que parezcan.
Hubo que bajarse los pantalones ante el compañero de suelo. Se fue aceptando y
con ello nacían ya generaciones de sumisos al gobierno de turno del país de
turno; y al gobierno logístico e increíblemente exitoso de “The Big L”. En
pocas palabras, rendición, casi extrema, mundial.
Pero todavía
había cosas que le molestaba al "gran monstruo", algo que todavía le seguía
mojando la oreja, algo que le jodia y se le metía por donde no quería y hasta
donde no quería. “Pero todavía no estaban preparados para recibirlo” argumentaban sobre la sociedad para sus futuros planes de
reubicación de la población mundial. Se decidió hacer un envío que gustaría a
la mayoría para enseguida, ni bien pisen nuevamente los cohetes la Tierra,
hacerlos volver a subir con “ellos”. Por eso que entre los grandes mercaderes y
políticos que administraban la Tierra se lo llamo “el uno dos”. El típico golpe
del boxeador. El golpe noqueador.
Entonces, en el
2108 partió toda la flota de cohetes disponibles por todas las grandes
naciones, rumbo a la luna, con todos los presidiarios de todas las cárceles de
todo el planeta. No hubo lugar a reclamo, a revisión de sentencia, ni a ningún
tipo de consideración; y con la misma premisa que el viaje anterior: una vez que la poblacion presidiaria de todo el planeta fuera expulsada, toda persona encontrada culpable de delito seria condenada a muerte. Al
otro día que se los sacaron de encima, las cárceles fueron demolidas y
transformadas en grandes y lujosos
hoteles, grandes y lujosos casinos, y enormes y doradas iglesias. La Tierra
nuevamente comenzaba a quedarle grande al ser humano. Era por "la seguridad
mundial" que lo hacían, para prevalecer los derechos humanos. Era tan ácido e
irónico el discurso que solamente lo podían haber dicho en ese estado de
enajenación y dependencia que tenían a todo el mundo. Y, con esa misma sonrisa
dijeron, apenas llegaron nuevamente los cohetes, ahora se van los “comunistas”.
Y, aunque ya ni Cuba continuaba con dicho sistema socioeconómico, archi enemigo
del que “USA” la mayoría; ellos tildaron de comunista a todo aquel que atentase
de cualquier manera a su perfecto e inhumano sistema. Y digo inhumando desde el
punto de vista de que el sistema, en sí: de producción en masa, de materias
primas y energías no renovables (en su mayoría petróleo y minerales de difícil
extracción), condenan a la autodestrucción planetaria y a la extinción de
muchísimas especies animales, entre ellas la creadora del sistema: el ser
humano.
La plebe calló,
miró al cielo, vió sus humeantes estelas desaparecer en el infinito cielo y
luego continuó haciendo sus cosas cotidianas de cada día. Así de fácil fue y
así de fácil seria de ahora en adelante para ellos.
Mirando atontado
por su ventanilla el sol lejano pero más gigante que nunca. Todavía no cae de
donde esta y ni hacia donde esta yendo, por mas que a cada rato lo repita en
cada una de sus maldiciones.
¿Cómo no lo vimos venir? ¿Cómo fue que no los vimos
venir? ¿Qué tan dormidos estabamos, que no pensamos que podían hacernos esto?
Mira donde estoy dios… no me lo merezco… no me lo merezco..
Luego se fueron
los pobres “porque molestaban” dijeron sin tupor siquiera. Y todo indigente,
sin techo, o simplemente que no cumpla con sus obligaciones impositivas hacia
el gobierno “La Gran L” fue encapsulado y echado del planeta sin siquiera tener
ánimos a protestar. No hubo que irrumpir
en sus casas violentamente como había sido anteriormente. Espontáneamente los
solicitados fueron a hacer su cola, poner su traje y subir a su cohete. Medio
con la ilusión de por ahí en la luna vivir tranquilos. ¿Pero, de que pueden
vivir en un lugar donde no hay, ni siquiera, oxigeno? Ellos no protestaron
nada, solo firmaron y se fueron. Muy pocos vieron su despegue.
Ni hablar de
cuando se fueron los negros, ni cuando echaron a los tontos. Tampoco cuando
dijeron que si “todos teníamos los ojos redondos por que ellos lo iban a tener
casi cerrados”, y así deportaron a los orientales. “Por una sociedad de
iguales” ¿iguales a quien? “Por una sociedad para todos” ¿para cuales todos?
Pero nadie dijo mas nada, el silencio se hizo una costumbre, hasta cultural en
muchos países. Muchas lenguas fueron desapareciendo. Hubo mucha migración
expansionista, había que ocupar esos lugares vacíos alrededor del globo. Hubo
pocas banderas en sus países, pocos idiomas en sus bocas, pocos colores en sus
pieles, pero mucho silencio en sus ojos, en sus redondos y “normales” ojos. Y
fue así que se espero el año 2100, en perfecto y sumiso silencio. La clase
empresarial y política, y la típica clase media occidental fueron los únicos
testigos de aquella vigilia. Esa siempre
apática clase media dócil y de inservible nivel cultural. Esa odiosa e
indiferente sociedad ordinaria, esa hipnotizable persona común. Y su silencio
como seña particular, su silencio espeso y contagioso, carente de valentía y
muy paciente. Su silencio uniforme, derecho y preestablecido por los grandes
titiriteros. Nadie nunca denuncio las masivas muertes que se daban a los
nuevamente acusados de delito o de pobreza (ya que el sistema iba creando
delincuentes y pobres día a día por su desigual discurso económico)
Esos titiriteros
descendientes de sangre y fortunas de abuelos, que heredaron de sus abuelos, y
estos de otros abuelos, sangre “real” y fortunas a granel; descendientes
directos de aquellos que fundaron la “World Safe Society” o “The Billderberg
Club” o “The Forain Council” y que hoy… casi doscientos años después, comía sus
frutos con gula y lujuria. De seguro que, si les decían lo que iban a lograr,
se lo hubiesen replanteado para ver que más podían sacarle. “Si total es tan
fácil, a ver que más podemos sacarle” Esa ambición y avaricia que hoy lucen sus
hijos a los cuales, seguramente, envidien desde donde quisiera que estén, es la
misma que ellos portaron en el momento de la fundación. Y esta gran sociedad
limpiadora, que trajo la pereza mundial, hoy brinda con el mejor champagne,
come los mejores manjares y goza de las mejores putas. Con una soberbia
natural, que ya no parece pecado, que ya no desata la ira. Ellos festejan y
escuchan el silencio exterior y siguen festejando. Y comen de ese silencio, y
beben de ese silencio, cogen con ese silencio; y luego, muy de vez en cuando,
le regalan algo, para que no se queje y siga siendo silencio. Eternamente.
Pero oculto en ese silencio había
algo pertubante. Algo que pregonaba la paciencia troyana, que esbozaba esa
sonrisa astuta de la mona lisa; algo tan certero y revolucionario como cuando
Darwin nos hizo animales. Afuera, “ellos” cortaban cintas enmoñadas bajo los
fogonazos digitales de los reporteros, “ellos” sonreían exageradamente ebrios
de poder. Y esa seguridad los llevó a festejar el año 2100 demoliendo toda nave
espacial; para demostrarse a sí mismos que tan dominados estaba esa población
mundial a los q ellos administraban, que fáciles los llevaban. Tal demostración
conllevaba una campaña mediática donde se daba a entender que ya nadie tendría
que irse del planeta; y realmente fue el regalo que toda esa población diezmada
esperaba en silencio. Solo dejaron una en la “Gran Casa”, su museo de logros
personales. A la cual bautizaron “The Big L” en honor al primer nombre que recibió
aquel grupo de poderosos y nobles mandatarios, de los cuales ellos habían
heredado sangre, dinero, y poder. Con sus ojos tan ciegos por sus flashes, con
sus orejas tan sucias por frívolas y
venenosas palabras que oían diariamente, con sus lenguas adormecidas por
las chupadas que ejercían a cada
instante en busca de trepar y trepar, con sus narices carcomidas por las costras de cocaína 100% pura, con sus
manos insensibles de contar y contar y contar mas dinero. ¿Cómo poder percibir
ese silencio tan perturbador que los asechaba ahí afuera?
Cuando bajó de la limosina y camino
esos pocos pasos que le distanciaban de la entrada principal de ese enorme y
metálico edifico rectangular, macizo. Como si fuera una gran bóveda del banco
más grande del mundo. Sintió que hacia frío esa mañana pero no le dio mucha
importancia. Apresuró el paso por que ya sabia que lo esperaban para celebran
el centenario de su corporación de administración mundial. Todos sus
integrantes aguardaban por él para comenzar dicha celebración opulenta y
ostentosa. Pero nunca la vieron venir. Es que la música victoriosa había afectado tantos sus oídos
que nunca pudieron apreciar la textura áspera y punzante de aquel silencio. Lo
único que recuerda mientras mira nuevamente esa luna gigante es que cuando
alzaron las copas en esa fría mañana del 11 de septiembre del 2111 el aire se
esfumo repentinamente de sus labios y desapareció sin dejar rastro de donde
hallar aunque sea un poco. Después fue todo negro. Antes de perder totalmente
el conocimiento pareció oír el sonido que producían sus plateadas y pesadas
piezas de dominó cuando jugaba a ponerlas de pie, crear figuras a su gusto y
luego, sutilmente, dejar caer la primera.
La luna ya cubre toda su
ventanilla, una alarma chillona y demasiado luminosa advierte que tomen
posiciones de aterrizaje. El “clic” de los cinturones de seguridad al unísono
produce una frecuencia que retumba y reverbera hasta alcanzar magnitudes
extremadamente agudas en aquel plateado cubículo. Luego la voz les solicita que
se coloquen el casco lunar para poder respirar en ella hasta llegar a la base, pero,
aunque todos se los pusieron, sabían q nunca hubo tal base, ni nunca la habrá.
La nave comienza a disminuir su velocidad al
mismo tiempo que aumenta su forma de vibrar, como a punto de abrirse en dos y
arrojarlos a la superficie grisácea de aquel satélite mudo. Cuando pareciese
experimentar una suerte de nirvana espacial la nave queda totalmente quieta y
en silencio. Decenas de ojos se mueven de un lado para otro sin decir nada. Un
chasquido y luego una puerta que se abre. Afuera el paisaje pareciese a una
película de Chaplin. Blanco y negro, y mudo. Nadie los esperaba, solo el vacío
que los recibió a todos con una simple caricia en el pecho a cada uno. Silencio
y vacío. Se miraron nuevamente con los ojos alertas y decidieron bajar. Cuando
tocaron aquel arenoso y palidezco suelo lunar comprendieron que así iban a
morir, que así iban a desaparecer. Solos y en silencio. Sus bocas que habían
experimentado los distintos matices de la amargura con sus champagnes extra
brut, con sus mejores cocaínas y drogas de diseño, con sus pijas más grandes y
sus conchas más jugosas. Ahora la
sentían o experimentaban de otra forma. Una que no apetecía repetir nunca.
Tragando todavía esa espesa saliva
amarga que su boca emanaba en aquel ventoso y árido paisaje moribundo; él se
dio media vuelta y sonrió salpicando el visor de su redondo casco casi con
intención. Mirando fijo aquella nave muerta de pie frente a él, leyó casi en
voz alta “The Big Lunatic´s”.
Su diminuta risa venenosa
desapareció entre ese silencioso vacío espacial. El casco amortiguo su sonido.
Y el negro paisaje se los devoró en el olvido eterno.
TDL